Seguridad, una necesidad que no se encuentra satisfecha. Se encuentra dentro de los temas principales de la Disciplina de Relaciones Internacionales y aún no se ha llegado a una conclusión. Todos los días escuchamos lo mismo: terrorismo, robos, secuestros. Acabo de regresar de un paseo en familia y justo enfrente del Consejo del Tequila hay una camioneta completamente agujereada por balas. Y en lugar de preocuparme por el sujeto me pregunto, ¿realmente esto es vivir tranquilo? ¿Cómo puedo seguir siendo indiferente cuando la policía revise la casa de los vecinos porque se escuchó de nuevo un disparo? ¿Podré conciliar el sueño cuando los helicópteros estén rastreando a alguien allá afuera? Definitivamente esto no es llevar una vida tranquila, incluso parece que ya no nos sorprendemos por las noticias, aún cuando lo vemos con nuestros propios ojos.
En una clase de Escenarios Regionales, el maestro preguntó ¿se puede dejar la guerra a un lado? Mi respuesta es concisa y silenciosa: no. Es parte de nuestra naturaleza, con ella protegemos nuestros ideales. Guerras que empezaron en la Guerra Fría parecen no tener fin.
Lejos de que esto sólo suceda en países como Estados Unidos, Iraq y Honduras, tenemos un ejemplo muy claro en nuestro país. Cada día mueren demasiados militares, que sólo buscaban restablecer el orden interno, que jamás regresaran a su familia y que dejaran una historia desconocida. Y de nuevo me pregunto, ¿es esto lo mejor que podemos tener?